Ps. Carla Vivanco
Actualización: marzo de 2024
– Belén, para de llorar. No puede ser que te pongas así cada vez que te digo “no” ´- Le dice desesperada su madre ya cansada de tanto berrinche.
Casi todos los niños presentan su primera rabieta alrededor de los 2 años. Son la expresión normal de un estado emocional que supera las capacidades del menor para regularse. Se producen a esta edad, porque el niño alcanza un nivel cognitivo que le permite identificar lo que quiere, pero no ha desarrollado las estrategias necesarias que le permitan obtenerlo, llegando así a la frustración que desencadena la rabieta. También pueden producirse por cansancio y otras emociones no agradables que no logra modular.
En el tramo de edad entre los 2 y hasta los 6 años, se consideran normales. Aunque nunca se erradican del todo, si los padres son sensibles y eficaces para ayudar al niño a regular y disminuir su nivel de estrés, las rabietas suelen extinguirse pronto o si aparecen, duran poco y son menos intensas. Enseño estrategias muy efectivas para ayudar a los niños en la gestión emocional en las sesiones de Coaching Parental y en diferentes talleres y charlas.
En este artículo me quiero referir a 5 errores que los padres pueden cometer, que empeoran la intensidad de una rabieta o dañan al niño y por ello, es importante hacer todo el esfuerzo de evitarlas. Estas son:
- Argumentar y fundamentar. Un niño que está haciendo una rabieta, está emocionalmente en un nivel de intensidad muy alto y no cuenta con la capacidad de pensar. Por eso, no puede procesar información o argumentos, por muy lógicos o atingentes que parezcan y sólo lo irritan más.
- Pedirle que se calme o “pare”. Las reacciones y estados emocionales son inevitablemente involuntarios. El niño no puede, aunque se esfuerce, dejar de sentir lo que siente. De modo que, una petición así sólo genera presión o lleva al niño a esfuerzos por contenerse o bloquear sus emociones.
- Desregularse uno. Los padres que se afectan emocionalmente tanto como el niño con enojo o frustración y llegan a expresarlo gritando, golpeando o amenazando. En estos casos no son una figura de ayuda, sino de temor. El niño entonces, no cuenta con un referente de calma y observa un modelo que no le aporta un aprendizaje positivo para imitar y que no lo ayuda a calmarse, sino que lo afecta más.
- Dejarlo solo. Ya sea que los padres sólo se distancien emocionalmente porque “no dan más” o le dejen sólo en el lugar donde se encuentra, le envíen a su pieza a “pensar” o le castiguen y alejen del grupo; el sentimiento del niño es de igual modo: “no te tengo”. El momento en que un niño más necesita de sus padres, es justamente cuando su nivel de estrés está al máximo y más requiere la compañía y apoyo de alguna figura que le dé seguridad.
- Ridiculizarlo o etiquetarlo. Cuando los padres descalifican al niño y le ponen apodos o lo critican por estar haciendo una rabieta, aumentan el estrés emocional del niño al generar nuevos sentimientos dolorosos de rechazo, abandono y menosprecio, lo cual no favorece que se calme. Además, frecuentemente queda con la idea de que “es malo” por portarse o sentirse así, lo que suele perjudicar la imagen de sí mismo y su sentido de confianza.
Estos errores empeoran la situación en el momento de la rabieta, dejan secuelas en tus hijos o de alguna manera perjudican la relación con él. Te animo a identificar estas pautas dañinas y trabajar con esmero en generar otras que ayuden a enfrentar las rabietas de un modo constructivo. Es mucho lo que tus hijos y la familia completa ganarán con una buena gestión emocional.
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